Hace algunos meses la tarea de una asignatura me remitió hasta un video sobre el arte y las emociones. No pude evitar recordarlo por lo sensible que quedé luego de leer la propuesta literaria que les sugiero más adelante. El interlocutor del video, con una maestría digna de admirar, explicó que existen cuatro niveles de apreciación del arte, que al primero todos tenemos acceso, es el nivel de la emoción ¨todos podemos emocionarnos contemplando una obra de arte de cualquier índole¨, aseguró Ramón Gener. Prosiguió afirmando que algunos son más propensos a la euforia, aquellos que padecen el Síndrome de Estendhal, que hace que una persona llore o ría viendo un cuadro, escuchando una canción o leyendo un poema.
De lo que sí no tengo dudas es que la literatura es un arte, un arte tan especial, que creo que requiere dos niveles más de apreciación, que quedarían cubiertos por una capacidad más alta de emoción: la que puede disfrutarse en el silencio acogedor de una sala y con un libro entre las manos.
Puedo asegurarlo, así, sin reparos. Me explicaré. Hace algunos días, a las diez y cincuenta minutos de la noche, buscaba la inspiración que me permitiera hacer la tarea de literatura: leer ¨Réquiem con tostadas¨ de Mario Benedetti, y pensaba que a esas horas de la noche no sería capaz de escribir ni una sola palabra. Cuando había seguido con la vista las tres primeras líneas, todavía estaba cansada. Cuatro líneas posteriores bastaron. Allí me encontraba yo, ojos abiertos y atenta, imaginando el final con el que podría sorprenderme Benedetti.
¿Cuántos niños podrían estar atemorizados en este instante? ¿Cuántas lágrimas habrán brotado por la misma razón? Fueron las primeras interrogantes que vinieron a mi mente.
No sé los motivos que tuvo el autor uruguayo para escribir este cuento, quizás fue una experiencia que vio, le tocó ser el vecino silencioso, quién niega que fuera el niño. Pero, ¿qué importa la razón cuando el resultado es así? Tan real que da miedo, que emociona. El propio Benedetti escribió que
¨La realidad es un manojo de problemas sobre los cuales nadie reclama derechos de autor¨.
Lo triste es que esta realidad que nos cuenta si tuvo autor, un autor inconsciente, en el sentido más simple de la palabra; un autor cegado; un padre borracho.
Uno de los valores más importantes de la literatura radica precisamente en esa sutileza para mostrar la realidad, incluso la que no queremos ver. En este cuento benedetti nos describe una familia sufrida, un niño que ha madurado demasiado pronto para su edad y que percibe la evolución de su vida y la de su madre en medio de los tormentos que la vida les rifó.

No vamos a decir que los escritores son los únicos artistas, que va, pero podría llegar a la madrugada y llenar unas cien cuartillas con ejemplos fehacientes de cómo la literatura nos lleva siempre a una realidad. Viene a mi mente el cuento de Bato(prometo que lo comentaremos próximamente), de hecho no he podido olvidarlo desde que lo leí, porque sé que la situación que nos describe ese texto, tristemente, es muy común en la sociedad actual.
Lo anterior no quiere decir que los ejemplares de ficción carecen de valores. Seguramente habrán escuchado más de una vez, y sabrán, de hecho, que uno de los beneficios de los libros es la capacidad para llevarnos a cualquier lugar; así, podemos viajar al centro de la tierra o darle la vuelta al mundo en ochenta días con Julio Verne, nada más divertido. Pero la literatura de ficción no queda exenta de la regla, pues también se parece a la sociedad en que se produce. Los textos tienen una influencia directa de las experiencias de sus autores, así, serán determinantes el origen, pensamiento y filosofía de vida. ¿Cómo se constituyen estos? En el seno de la familia y la sociedad.
Estableciendo hipervínculo con la película el Ciudadano Ilustre, vemos que su protagonista solo escribía sobre su pueblo natal, aun cuando había conocido lugares que serían de inspiración para cualquiera, él seguía atrapado en su origen, y así se hizo famoso.
Más allá de todas las intenciones y los conceptos que enmarca la película, no podemos negar que esa relación es verdadera. La literatura surge de una realidad, refleja varias realidades, se nutre de la cotidianidad, de los problemas, de la gente, de la historia. La literatura crecerá siempre, porque está arraigada al pensamiento humano, a su evolución.
Ciertamente, la cifra de lectores ha disminuido de manera considerable (el desarrollo desenfrenado de las tecnologías de la comunicación es uno de los causantes), pero incluso aquellos que detestan leer, reconocen su necesidad. Y es que en los libros encontramos conocimientos de economía, política, geografía, astronomía, culinaria. Dicen popularmente que el papel lo aguanta todo, y sí, gracias a eso hay tantos buenos textos que leer. Admito que existen textos que no deberían ser publicados, pues en esta modernización emergente la literatura también ha sido afectada. Así, nos encontramos muchas veces libros que son tan comerciales como las canciones de un reguetonero. La buena suerte es, que quien ha leído 20 buenos libros antes, no se inclina a comprar uno de esos, y si lo hace, posiblemente no repita la acción en los siguientes pasos de su camino de lector.
Creo que cada lector debería adoptar la responsabilidad individual de difundir la literatura y su valor. Precisamente para lograr el objetivo de los escritores y de la literatura: convertir la individualidad del hombre en colectividad, emocionar con historias personales, comunes, o muy vistas, a fin de cuentas, emocionar como ¨Réquiem con tostadas¨.